En el Aeropuerto La Aurora, cada llegada es un reencuentro lleno de emoción. Familias esperan con globos y flores a sus seres queridos. Mackguiver, un joven que graba estos momentos, captura abrazos y sonrisas, preservando el amor que une a quienes han estado lejos.
Leer másEn el Aeropuerto Internacional La Aurora de Guatemala, las llegadas de vuelos internacionales se convierten en una escena cargada de emociones intensas. Familias enteras, vestidas con sus atuendos típicos, sostienen con sus manos temblorosas globos de colores, ramos de flores fragantes y carteles hechos a mano con mensajes de bienvenida, esperando con ansias el reencuentro.
Rostros ansiosos que reflejan la impaciencia y la expectativa escrutan cada rincón del área de llegadas, mientras los abrazos y las lágrimas se preparan para recibir a sus seres queridos. Es un testimonio silencioso pero poderoso del sacrificio y la separación que muchas familias guatemaltecas han soportado en busca de un futuro mejor.
Dos jovenes llamaron mi atención, uno de ellos Mackguiver, quienes documentan estos encuentros familiares con una cámara de celular y un estabilizador. Me contaron que llevan tres años grabando las llegadas, en su mayoría de niños que vienen desde Estados Unidos a encontrarse por primera vez con abuelos, tíos y primos. Muchos de estos pequeños nacen en el extranjero debido a que sus padres no pueden regresar por su estatus migratorio. Mackguiver y su amigo se han convertido en testigos de estos momentos únicos, cobrando por inmortalizar cada abrazo, cada lágrima, y cada sonrisa que será enviada a quienes no pueden estar presentes.
Al recorrer los pasillos, vi a los vendedores de globos que con sus ramos multicolores, parecían transportar la atmósfera de un parque al aeropuerto. En las aceras cercanas, otros preparaban arreglos florales con dedicación. Cada gesto, cada detalle, habla del amor y el cariño que estas familias quieren mostrar. Mackguiver me confesó que, aunque ha presenciado estos momentos incontables veces, aún no puede evitar emocionarse hasta las lágrimas. Lo comprendí completamente, porque lo que viví esa tarde en La Aurora fue una muestra pura de amor que me conmovió igual que a él.